Experiencias

En todas partes (En todas partes)

«Intento dar voz a las cosas que pasan, y quedan en estas montañas»

12/01/2015

Los jóvenes españoles que emigramos solemos buscar fuera oportunidades laborales. Sin embargo, existe otro tipo de emigrante al que muchas veces caemos en el error de no dar voz suficiente. Más allá de Alemania, UK o EEUU, hay jóvenes españoles que limpian camillas y cuidan de enfermos en países asediados por el cólera. Hacen las veces de docentes, farmacéuticos, enfermeros o cuidadores, lo que haga falta. Son personas que revisten un aura especial. Sonríen, se apasionan e inspiran el cariño de todos los que se cruzan en su camino. Son únicos, y su sensibilidad les lleva lejos, más de lo que incluso ellos mismos imaginan. Mariña Fernández es una de estas personas. Al acabar el doble grado en Periodismo y Comunicación, esta gallega de 23 años supo que su camino iba a tomar una dirección distinta. “Necesitaba una vuelta a lo orgánico, apagar el móvil y escuchar a la gente que tiene la vida en mute para nosotros”.  Así es como comienza a surgir su fascinante Haití y Ahora, un blog en el que, créanme, las palabras se convierten en colores, adoptan los más variados sabores y transmiten las más intensas sensaciones. Hoy Mariña comparte con nosotros toda su experiencia, y claro está, mejor en sus palabras que en las mías.
CEXT – ¿Cómo surge la idea de viajar a Haití?

Mariña – Quería ver y ayudar. Decidí Haití como destino porque ya tenía alguna relación con el país. Cuando era pequeña mi madrina me regaló un viaje a República Dominicana. Ella lleva toda la vida colaborando con el desarrollo de estos dos países y quiso compartir conmigo esa experiencia. Yo era demasiado pequeña para entender el porqué de las cosas, sin embargo fue un viaje que me marcó completamente, no entendía por qué la gente vivía en chabolas y a la vez, yo escondía el corrector dental debajo de la almohada cada vez que salía a jugar con los niños. Sabía que algo no estaba bien y me daba vergüenza contestar a las preguntas que me hacían sobre mi país. Yo tenía 11 años. Tanto tiempo después quise volver, entendiendo las cosas y atreviéndome incluso a señalar culpables.
CEXT – ¿Con quién contactaste desde España para poder emprender el viaje?

Mariña – Mi madrina me habló de una congregación religiosa que trabaja en la zona, Las Misioneras de la Madre Laura. Esta congregación trabaja de entre los pobres, con los más pobres y  acogen a gente para que viva la experiencia y colabore con los proyectos que se están llevando a cabo en Arreguy, una aldea escondida entre las montañas de Haití. Desde España hablé con ellas y ya por teléfono supe que la acogida sería agradable. Cuando llegué al aeropuerto de la capital, Puerto Príncipe no las conocía de nada.
CEXT – ¿Qué es lo que esperabas cuando decidiste vivir esta experiencia?

Mariña – Realmente no lo tengo claro. Supongo que, como ya dije, sentirme útil. Sé que no hace falta irse al tercer mundo y pasarse dos meses duchándose con calderos de agua o sin electricidad para sentirse útil pero era una necesidad de vuelta a la tierra lo que yo necesitaba. Una asistencia al dolor de primera mano, sin trámites ni largos plazos. Quería estar ahí y agarrar a alguien si se caía al suelo, supongo. Intenté quitarme de la cabeza las expectativas, HaitÍ iba a ser una realidad demasiado distinta como para llevarla prefijada desde España, preferí llegar y abandonarme.
CEXT – ¿Dónde estás viviendo?

Mariña – Arreguy es una aldea escondida entre las montañas de Jacmel. Hace 10 años que la congregación de las Misioneras de la Madre Laura trabaja en la zona. Tienen una pequeña casa en la que viven ellas, comen varios niños de la aldea cada día y acogen a quien quiera ir a colaborar con sus proyectos. Ahora mismo no hay ningún otro voluntario, estoy sola con mis costumbres de primer mundo y a veces es duro asimilar esto sola. Sin embargo, sentirme dentro de este ecosistema, conviviendo con ellos tan directamente solo es posible de este modo.
CEXT – ¿Cómo es tu día a día?

Mariña – Me despierto y me acuesto con el sol. La ausencia de electricidad nos obliga a vivir en armonía con la naturaleza. Me levanto pronto por la mañana y según el día y lo que haya que hacer voy al centro de salud o a la escuela. Habitualmente colaboro en el centro de salud. Es increíble, la falta de personal y las necesidades de toda esta gente han hecho que lleve casi dos meses atendiendo la farmacia del centro, he visto nacer niños y ayudado a curar heridas, hacer suturas… Cuando tengo tiempo y consigo conectarme a internet actualizo el blog y le doy voz a todas las cosas que pasan y luego se ahogan en estas montañas.

CEXT – ¿Cómo definirías el carácter de los haitianos?

Mariña – Serviciales, discretos y fieles. Parece imposible pero llevan el estigma de la esclavitud  tatuado en el gesto. Son sumisos y cuidan sus movimientos, se deslizan como sombras. Un día hablando con la Hermana Scholastica le dije que me sorprendía que todos hablaban muy bajo, a medio camino del susurro. Me explicó que era por su historia, que habían sido esclavos mucho tiempo y eso seguía latente hasta en el modo de bailar, sin levantar los pies y con las manos juntas, resignados a estar atados con cadenas. La historia se ha filtrado en la sangre, la piel no es impermeable a semejante mutilación de libertad.
CEXT – ¿Qué es lo que más te ha llamado la atención de su cultura?

Mariña – Pues en bastante relación con lo que acabo de decir cómo se ha ido entretejiendo a la esclavitud que sufrió el pueblo haitiano. Me llama también la atención la resignación a la pobreza extrema y a unas condiciones de vida realmente duras. Su inconsciencia frente a lo depravado de su propia situación los resigna a ella. Muchos no saben cómo se vive en otras partes del mundo y, por supuesto, no atribuyen culpas a su situación. Es como si el capitalismo hubiese encerrado en esta isla sus aguas fecales, los errores del modelo que no funciona  y nadie se entera, ni siquiera ellos, que lo sufren en sus carnes.  Una pobreza resignada y apaciguada es más cruel que aquella otra que es consciente de su propia injusticia.
CEXT – ¿Qué ha sido lo más difícil a la hora de adaptarte al país?

Mariña – Al llegar me sentía como un extraterrestre,  me daba vergüenza todo, la cámara, la mochila, los pantalones blancos, la tira del sujetador que asoma… Me costó salir a la calle sin tener vergüenza, todo el mundo te mira y te ve como la nueva. Me sentía intrusa. No fueron ellos quienes me transmitieron esa sensación, sino que nació de mí misma. Me ha costado sentirme a gusto en la calle. Un día subí el camino que lleva al centro de salud y me vi saludando a todos, como si fuese una más. Habrían pasado dos semanas y para entonces pude decir que la prueba estaba superada.

 

CEXT – ¿Con qué riesgos conviven sus ciudadanos?

Mariña – La miseria engendra más miseria, en una retroalimentación fatal y los riesgos se multiplican. La falta de higiene arrastra miles de enfermedades. La ausencia de agua corriente y depurada se suple con agua de la lluvia, colmada de parásitos. La gente tiene hambre. Anemias crónicas y malnutrición son otros de los principales problemas que atacan a la población. Por supuesto el SIDA es una de las más grandes amenazas que acechan al pueblo haitiano.
CEXT – ¿Se ha olvidado el mundo de Haití tras el terremoto del 2010?

Mariña – Hasta hace poco quedaba Forges haciendo un guiño a este pueblo huérfano. Ahora tampoco en sus viñetas se rescata esa simbólica mención a la antigua colonia francesa. En esta parte del mundo estamos tan bombardeados de catástrofes, que duran dos telediarios y alguna  portada con imágenes impactantes a todo color, luego seguimos con nuestra vida a pesar de que aquí el futuro siga atrapado entre los escombros. Así es la cosa.
CEXT – ¿Y en Haití se ha dejado atrás el recuerdo?

Mariña: Los haitianos hablan bastante del terremoto, las dimensiones de la desgracia han tocado todas las fibras haciendo saltar todos los resortes. En Jacmel muchas casas siguen destruidas, hay gente que todavía vive en tiendas de campaña. En la capital se han utilizado los escombros para hacer medianas en la carretera, que separan los carriles. Simbólicamente ahí siguen los escombros dividiendo los caminos, el de ir y el de volver.
CEXT – ¿Hasta qué punto es necesaria la ayuda humanitaria y el voluntariado en este país?

Mariña – Haití es un país mendigo que depende absolutamente de la caridad internacional. El problema es la doble dimensión del juego de ser buenos.  Por una parte, las prácticas capitalistas lo esclavizan impidiendo su desarrollo;  y por otra, los países más ricos se cuelgan el galardón de la solidaridad enviando víveres o construyendo escuelas. Claro está que esto es necesario y favorece el desarrollo del país, pero por otra parte, más profunda y macroeconómica son al tiempo los mismos países que destruyen las posibilidades de Haití. Llama la atención cómo diferentes organizaciones han entendido esta tierra como un experimento, no hay armonía entre las diferentes entidades que colaboran y cada uno hace y deshace sin coordinación.
CEXT – ¿Alguna imagen de esta experiencia que sin duda quedará grabada para siempre en tu memoria?

Mariña – Mwen grangou. Así te saluda la gente, niños y mayores recordándote dónde estás y cuál es su realidad. Mwen grangou significa en creol tengo hambre.

Una entrevista de Sandra Capote para CEXT.

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