Un momento...
30/09/2014
Buenos Aires, barrio de Balvanera, más conocido como la zona del Congreso. Caminas por la avenida Rivadavia, una de las más famosas de esta ciudad inmensa porque es una de las calles más largas del mundo. De pronto, levantas la cabeza y te sorprende un mensaje, colocado en una cúpula que te suena vagamente familiar: No hi ha somnis impossibles. No hay sueños imposibles, escrito en catalán.
¿Idea de algún emigrado catalán, adinerado y nostálgico de su tierra? No, la respuesta es otra. Se trata de un homenaje a Gaudí, el arquitecto que soñó la Sagrada Familia y que poco a poco va haciéndose realidad, sobre un edificio diseñado por su mayor admirador en Buenos Aires, el ingeniero Eduardo Rodríguez Ortega (1871-1938).
La inscripción es relativamente reciente, de 1990, pero la cúpula, en forma de cebolla construida con hierro y espejos, tiene un siglo. El No hi ha somnis impossibles lo puso el arquitecto encargado de restaurarla hace más de dos décadas, Fernando Lorenzi. Aunque no sea original, el mensaje completa los homenajes al estilo de Gaudí que Rodríguez Ortega sembró por todo Buenos Aires. Fijando un poco más la vista, se pueden ver también dos réplicas a escala de la Puerta del Dragón del Parque Güell en las barandillas de la azotea.
Cerca de allí, sin salir del barrio, encontramos otra de las obras gaudinianas de Rodríguez Ortega. Es la Casa de los Lirios, un edificio de cuatro plantas que no es La Pedrera ni la Casa Batlló, pero mirarlo deja un poco el sabor de estar en Barcelona. Su nombre viene de la ornamentación a base de motivos vegetales, principalmente lirios, que recorren la fachada.