Al sudeste de Uruguay, en la ciudad turística de Punta del Este, se sitúa un hotel cuya historia está relacionada con la primera inmigración española, que llegó a sudamérica entre los años 50 y 70 del siglo pasado. El Hotel Castilla, como lo llamaron sus fundadores, es un símbolo del esfuerzo de Claudia Ortiz y Manuel Benito que, en busca de oportunidades para lograr un cambio de vida, desembarcaron a finales de los años 70 en este lugar paradisíaco con sus maletas repletas de expectativas.

Desde 1977, muchas personalidades procedentes de diferentes países de Europa y América recorrieron sus pasillos y ocuparon sus habitaciones. Actualmente, este edificio, construido con el esfuerzo de esta pareja de inmigrantes, sigue siendo testigo de historias ajenas, del paso del tiempo y de la transformación de la ciudad y sus habitantes.

La encargada del Hotel Castilla Araceli Benito, hija de los fundadores y oriunda de Burgos, cuenta a CEXT que «en la década del 70, Punta del Este era un balneario tranquilo, con casas elegantes donde las familias uruguayas de gran poder adquisitivo veraneaban desde diciembre a febrero. No existían tantas edificaciones de gran altura. El balneario era el elegido tanto por turistas argentinos, como por brasileños».

El hotel ha pasado por varias etapas según la situación del país. «En los años 80, fue una buena época. Al hotel llegaban visitantes de Europa y, en una ocasión, se organizó un congreso de medicina. Durante esos años, se entregaban llaveros con el escudo de España».

No obstante, con la llegada del nuevo milenio, comenzó un periodo de crisis en el pais y Araceli se vio obligada a vender el hotel. A pesar de eso, ella sigue trabajando en este hotel, tan ligado a su historia familiar.

Durante la temporada alta del verano austral, desde diciembre a febrero, la ocupación del hotel suele ser muy alta, pero también recibe visitantes en los meses de invierno. Su céntrica ubicación ofrece una vista panorámica a la ciudad desde todas las habitaciones.

El mayor atractivo para los visitantes es su cercanía a las playas Mansa y Brava. Araceli cuenta que sus clientes reconocen esta parte del pueblo costero como su favorita. «Es una opción genial para los viajeros interesados en las caminatas, los paseos por la costa y para disfrutar de la comida».

Un artículo de Graciela Bernini Dominguez para CEXT.