Si hay un lugar en la capital belga en el que un español se siente en casa, ese es, sin duda, el Centro Cabraliego de Bruselas. Situado en el corazón del barrio des Marolles, el local funciona como centro de día para personas mayores durante la semana y de lugar de reunión para los jóvenes los viernes y sábados. La caña de cerveza por poco más de un euro o sus generosas raciones han hecho del Cabraliego un referente entre los jóvenes emigrantes españoles en Bruselas.

Es viernes, son las ocho y media de la tarde y ‘el Cabra’ – como se le conoce en lenguaje coloquial- lleva poco más de una hora abierto, pero en el Centro ya no cabe un alfiler. Mientras espero que se libere una mesa acompañada de cuatro amigos (dos españoles, un belga y un italiano), alguien detrás de la barra escancia una botella de sidra acompañado de una sonada ovación. Mis dos colegas españoles deciden tomar la iniciativa y preguntar a diestro y siniestro si a alguien le sobran sillas para hacernos un hueco entre la multitud. Mientras tanto, el belga y el italiano contemplan con curiosidad las paredes del local, decoradas con escenas y paisajes asturianos.

Estudiantes Erasmus de todos los países, españoles en su mayoría jóvenes y algún que otro grupo de gente más mayor echando una partida de cartas se mezclan en las dos salas del centro: la primera, a la entrada, con la barra del bar donde se sirven las bebidas. Al fondo, una sala más grande llena de mesas alargadas, funciona como restaurante los fines de semana y como centro de día para la gente mayor de lunes a viernes. El ruido forma parte de la atmosfera y solo se interrumpe cuando alguien entona el “cumpleaños feliz” y el resto del centro lo corea, lo que suele ocurrir varias veces en la misma noche.

Al final encontramos sitio en una esquina, y nos dividimos las tareas: Uno va a buscar la cerveza a la barra del bar. Otro, la lista de raciones al extremo opuesto del local. Hay que darse prisa, porque la cocina cierra en torno a las nueve. Platos de jamón, queso manchego o Cabrales, calamares, sardinas, pollo al ajillo o gambas que cuestan entre seis y doce euros por ración. Estos precios -muy competitivos para Bruselas- son posibles gracias a la labor de los voluntarios que gestionan el centro, ya que ninguno cobra por trabajar: todo el dinero recaudado es para la asociación.

“Nos conocimos en un equipo de futbol de estudiantes “– me cuenta Julio García, uno de los miembros del Centro, que a día de hoy cuenta con 1400 socios- “Eran los años sesenta, nosotros llegamos de Asturias con nuestros padres, y en esa época casi todos los emigrantes españoles se conocían, la mayoría vivíamos en el mismo distrito, en Saint Gilles”.

Y fue allí donde, en 1998, este grupo de amigos decidió abrir un centro social español cerca de la estación del sur (Gare de Midi) para poco después trasladarse a uno de los barrios con más encanto de Bruselas: Les Marolles. “Desde el principio, y gracias al boca a boca, los jóvenes empezaron a venir. Algunos llegaban con la dirección apuntada desde España” -cuenta Ángel Gonzalo, presidente del Cabraliego – “En los primeros años del Centro organizábamos sobretodo bailes y fiestas populares. Pero tuvimos que reducir los eventos y los horarios para evitar enfrentamientos con los vecinos”.

Aun así, el Centro ha mantenido algunas celebraciones especiales. Un ejemplo de ellas es la fiesta de “La Santina” – que cada año reúne a cientos de asturianos en Les Marolles el segundo domingo de septiembre.

También se ofrece un menú los domingos a mediodía para un público más familiar o se organizan quedadas para ver partidos de futbol y actividades como gimnasia o talleres de memoria para personas mayores entre semana.

Si quieres visitar el Centro Cabraliego pásate por la rue haute 171, 1000 Bruxelles. Los viernes y los sábados el horario es de siete de la tarde a una de la mañana.

Un reportaje de Paula de la Torre para CEXT