La obra ‘Un trozo invisible de este mundo’, escrita por Juan Diego Botto, vuelve a su lugar de origen, el Matadero de Madrid, tras casi dos años de exitosa gira por España. Esta pieza teatral, que es la principal favorita para los Premios Max de Teatro, debe su buena acogida a su capacidad para narrar un tema tan controvertido como el de la inmigración desde una perspectiva distinta y profundamente humana.

A través de los soliloquios de cinco personajes diversos, desde una inmigrante saharaui hasta un xenófobo policía español, se abordan de modo irónico, pero respetuoso, los dos temas en torno a los que se articula esta obra: el exilio y la inmigración, cuyas fronteras muchas veces se confunden, dando lugar a un teatro comprometido de marcado carácter social. En este sentido, conviene recordar las palabras con las que, evocando a Lorca, Botto resume el propósito de su obra: dar voz a los sin voz. “El teatro que no recoge el latido social, el latido histórico, el drama de sus gentes y el color genuino de su paisaje y de su espíritu, con risa o con lágrimas, no tiene derecho a llamarse teatro, sino sala de juego o sitio para hacer esa horrible cosa que se llama “matar el tiempo”.

El enorme éxito de la obra, en cuya calidad coinciden público y crítica, deja de manifiesto que quién vaya a ver ‘Un trozo invisible de este mundo’, que estará en cartel hasta el 8 de Junio, hará mucho más que matar el tiempo. Logrará ponerle cara a las personas que están detrás de las cifras con las que se abre cada telediario al tiempo que  reflexionará sobre cuestiones tan de actualidad como el desarraigo. Porque esta obra, en palabras del autor “es más actual hoy que cuando la estrenamos», dado que “se nutre de la realidad”. Una realidad magistralmente expresada, y denunciada, a través del arte teatral.

Un artículo de María de Castro para CEXT