Para aquellos que se encuentren en Sudamérica, habrán comprobado ya el increíble apego que siente la población por Simón Bolívar “el libertador”. Los políticos se dan tortas por atribuírselo más que el contrario y por interpretar su legado según su ideología. Por ello, por lo que representa, siempre es útil saber algo acerca de su figura. He aquí su juventud y obra militar, que no su obra política y su legado.

Nacido en 1783 en el seno de unos aristócratas criollos de origen vasco, en la capital del virreinato de Venezuela, Caracas. Vio morir siendo niño a su padre y a su madre no habiendo cumplido la decena. Insumiso en su educación, el único que pudo llegar a ilustrarle fue otro ilustrado, Simón Rodríguez. Durante su adolescencia, viajó a Europa, conoció a su futura Esposa en España (muerta en 1803) y vio a Napoleón coronarse emperador en Francia, allá por 1805, produciendo en él admiración y rechazo a la vez por aquella figura. Tras muchas y acaloradas tertulias políticas, malas experiencias en España y creación de una conciencia de la opresión, en un viaje a Roma pronunció estas palabras:

“Juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español”

Tras volver en 1807, atento a todas las oportunidades de emancipación de una metrópoli inestable, alentó de forma constante a la independencia. Así, en 1810 logró con una revuelta proclamar la independencia de Caracas y dar paso a la de Venezuela. Pero el imperio retomaría lo perdido en 1812, no por ello provocando que desistiese. Y no fue hasta 1825, cuando la totalidad del continente sudamericano fue independiente, con las tareas que ello conllevaba: gobernarlo.

Un artículo de Isidro Ruiz para CEXT