Un momento...
15/06/2018
Cuenta la leyenda, que existe un mal que aflige a aquellos españoles que osan adentrarse en el Distrito Federal. Al atrapar a un güerito, el inmemorial maleficio le sume en un adelgazamiento precoz. Algunos pocos escépticos aseguran que no existe mito alguno, y achacan la delgadez a los nervios que conlleva el mudarse de país, o al estrés que exhala la convulsa capital. Sin embargo, el güerito español no lo duda. Sabe bien que es víctima de la Venganza de Moctezuma.
Durante los primeros meses de estancia en Ciudad de México es habitual oír hablar de la Maldición. Amigos, compañeros de trabajo, vecinos, todos tratan de advertir al extranjero, que decide no dar crédito a las exageradas afirmaciones y seguir degustando los placeres de la gastronomía mexicana. Y así, después de muchos tamales, y tacos al pastor, guacamole, micheladas y margaritas, caen bajo el hechizo: empiezan los retortijones, las náuseas y los pinchazos en el abdomen, y pocos son los días en los que no se encuentran mal del estómago.
El origen de esta legendaria historia se remonta al siglo XVI, a los tiempos del último Rey Azteca, Moctezuma II. Los conquistadores españoles habían invadido Tenochtitlán, capital del Imperio, y secuestrado al Gran Moctezuma para obligarle a mediar con la población aborigen. Hastiados por los abusos de los conquistadores, escuadrones de exaltados guerreros indígenas sitiaron los alrededores del palacio de Moctezuma. Para apaciguarlos, Hernán Cortés pidió al Rey Azteca que desde un balcón informase a los suyos de que los españoles pretendían abandonar la ciudad, por lo que debía culminar la guerra. Según la versión española, recogida en los textos de Bernal Díaz del Castillo, al salir al balcón, los enfurecidos aztecas arrojaron al Gran Moctezuma tres pedradas mortales. Historia que dista, por supuesto, de los relatos mexicas, que acusan a los españoles de asesinar a su Último Rey.
Cerca de dos siglos después, un mal comenzó a extenderse en el Viejo Continente. El rostro de miles de europeos se desfiguró y la locura les invadió, muriendo por fuertes cólicos indigestos. Mientras en España se conoció la enfermedad como Mal de la Rosa, en México se atribuyó a un maleficio. El trastorno que afligía a los europeos era provocado por el maíz que los españoles exportaban desde América. Al procesarlo, estos desoyeron los consejos de los nativos mesoamericanos, impidiendo al maíz liberar la Vitamina B3, esencial para la salud humana. Esta carencia provocó la muerte de muchos españoles, asegurando los más supersticiosos que se trataba de la ansiada venganza del Gran Moctezuma contra los conquistadores.
Desde entonces y hasta hoy, los fuertes dolores intestinales que padecemos los extranjeros al llegar a Ciudad de México se achacan a la Maldición del Rey Azteca. Más allá del mito, el malestar es real, y quienes lo han superado aseguran que dura aproximadamente un año. Por suerte, existen remedios para que el día a día no se convierta en un tormento:
Más allá de estos consejos, y aunque sea difícil de creer, los mexicanos aseguran que el mejor remedio para superar la maldición que se cierne sobre los españoles es seguir comiendo. Y así, hasta que el cuerpo se adapte a las bacterias mexiquenses. Y como a la sabiduría mexicana no hay que oponerse, entre dolor y dolor, habrá que seguir comiendo deliciosos tamales “calientitos”.
Imagen: RYGOYRBK.