Ciudadanía

Bucarest (Rumania)

Las consecuencias políticas del incendio en el club Colectiv

19/11/2015

Pocas horas después del trágico incidente en el club Colectiv de Bucarest, las pantallas del metro de la capital rumana comenzaron a mostrar un fondo negro con mensajes de apoyo a las víctimas. En ellas se podía leer información información práctica, como los centros disponibles para la recepción de sangre o el teléfono de asociaciones de huérfanos.

Durante los días posteriores al incendio del 30 de octubre, que hasta la fecha se ha cobrado 50 víctimas, la sensación reinante en Bucarest fue la de haber padecido un atentado terrorista: conmoción, frustración, rabia… Con la diferencia de que estas víctimas no las ha causado el terrorismo, “sino la estupidez política”, tal y como comentaba un ciudadano rumano recientemente.

El arresto de los dueños del establecimiento incendiado, acusados de acoger más público del permitido, de la falta de salidas de emergencia y directamente de no contar con permiso para organizar conciertos, no ha soliviantado la rabia de los rumanos. Muchos de ellos no señalan como principal causa las condiciones del local, sino la gestión política que ha permitido que lugares así existan en el país.

Durante varias noches consecutivas, el país ha visto cómo sus plazas se llenaban de manifestaciones espontáneas. Eslóganes como “La corrupción mata” han conseguido lo que hasta entonces no habían logrado las acusaciones judiciales: la dimisión del primer ministro de Rumanía, Victor Ponta.

Ponta consiguió sortear las acusaciones de haber plagiado su tesis doctoral y, lo que parece aun más complicado, seguía en el poder a pesar de las imputaciones por haber cometido fraude, evasión fiscal y lavado de dinero durante su etapa previa a entrar en política.

“Puedo lidiar con cualquier batalla política, pero no puedo pelear contra la gente”. Con estas palabras se despidió el primer ministro Ponta apenas tres días después de que el fuego en el club Colectiv comenzara a arder.

Las manifestaciones, sin embargo, se prolongaron durante el resto de la semana. El presidente del país, Klaus Iohannis, que venció a Ponta el año pasado gracias a su discurso anticorrupción (el lema principal de su campaña fue “Hechos, no palabras”), publicó un mensaje en su cuenta de Facebook tratando de solidarizarse con las protestas: “Ha tenido que morir gente para que el Ejecutivo dimita”.

Iohannis, sin embargo, no las tiene todas consigo. Muchos manifestantes le acusan de que, además de los mensajes de apoyo en las redes sociales, debe dar más pasos. “Lleva ya un año de mandato como presidente y apenas hemos visto cambios. Al final no ha habido ni palabras, ni hechos”, me cuenta una joven residente de Bucarest. De momento, la situación ha forzado a Iohannis a encontrar un sustituto para Ponta. Tras varias consultas, el nuevo primer ministro interino de Rumanía será un tecnócrata con experiencia como comisario europeo, Dacian Ciolos. Permanecerá en el cargo hasta diciembre de 2016, fecha en la que se prevén nuevas elecciones.

Poco a poco, la rutina ha ido reincorporándose a Rumanía. Los mensajes de apoyo a las víctimas de Colectiv en las pantallas del metro han dejado paso a anuncios de nuevos conciertos y las plazas que se llenaron de manifestantes acogen ahora el trajín normal de una ciudad, Bucarest, que no quiere volver a sufrir las consecuencias de la ineficacia política.

 

Un artículo de Ignacio Urquijo para CEXT

 

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