Quizás pueda sonar tópico, pero es real cuando decimos que todos lo que vivimos fuera de España echamos de menos a nuestros amigos, a la familia y también a nuestro producto estrella: el jamón serrano. Una vez aterrizado en Nueva York, seguro que más de uno se ha preguntado:, ¿y ahora dónde me como un plato de jamón?

El Ministerio de Sanidad Americano tiene como norma prohibir la entrada de todos productos derivados del jamón. Tambien semillas, judías o garbanzos. Aunque intentes que tus familiares vengan acompañados de este manjar en una de sus visitas, éste será un intento fallido y acabará retenido en las aduanas. ¿Qué otra opción existe? Comprarlo. Encontrar jamón serrano fuera de España no es tan complicado (aunque a veces no sea tan bueno como quisiéramos). Normalmente se puede comprar en tiendas delicatessen, aunque los precios son bastante caros además de estar cortado muy fino. ¡Nada como el charcutero de nuestro barrio! También existe la opción de comprarlo envasado, ya que la marca Campofrío comercializa y vende por 15 dólares, unos 170 gramos, es decir, alrededor de 12 euros.

Hace poco tiempo aparecieron imitaciones y la marca más conocida es Quercia. Puedes darte un pequeño capricho con 85 gramos y pagar alrededor de 8 dólares por ello. En Nueva York también se encuentra el prosciutto italiano, un sustituto italiano, que a falta del jamón serrano español, también es bueno y te acostumbras rápido.

Otra opción a tu alcance son los restaurante españoles. Este es quizás el momento perfecto para llevar a amigos americanos o de otras nacionalidades para que lo prueben a la vez que pasáis un buen rato en compañia. La Nacional, El Pote Español, Círculo Español o Tía Pol, son algunos de los restaurantes que ofrecen en sus cartas un exquisto jamón. También puedes encontrar otros embutidos y saborear un delicioso chorizo o salchichón ibérico.

Con los años, distintas nacionalidades han descubierto el sabor del jamón y ha hecho que las exportaciones vayan en aumento, Un producto incluido dentro de la Marca España que los españoles tenemos la suerte de comer a diario a precios relativamente bajos. Quizás también por eso se echa tanto de menos.

Un artículo de Miriam Martínez para Cext.