Un momento...
14/05/2018
Al fin llegó el gran día para Lisboa y para el espectáculo europeo por antonomasia, el Festival de la Canción de Eurovisión. Tras meses de preparación, Portugal se jugaba mucho con esta puerta de presentación al resto del continente y al mundo.
Tal y como hizo en 1998 con la Expo, Lisboa volvió a apostar por el tema marítimo, seña identitaria de un país con costa de norte a sur. Así, con el lema inclusivo “All Aboard” arrancó la esperada final del festival la noche del sábado. Durante toda la semana y en especial a partir del viernes, las calles de Lisboa eran un hervidero de eurofans que expandían por toda la ciudad las ganas de celebrar la esperada cita con el colorido de las banderas de los países participantes –con prevalencia de banderas españolas.
Además, la organización supo apretarse el cinturón sin que la celebración se resintiese (se trata del presupuesto más bajo desde 2008 con 20 millones de euros): carpeta roja en el moderno MAAT – Museo de Arte, Arquitectura y Tecnología, una fiesta constante durante 10 días en el Eurovision Village en la mayor plaza de Lisboa, eventos paralelos en locales como el Ministerium Club o el Pavilhão de Portugal, en la zona de la Expo, igual que el Altice Arena, el deslumbrante estadio donde tuvo lugar el propio festival.
La gala arrancó con actuaciones de artistas nacionales, la tradicional presentación de las banderas y pronto se sucedieron las actuaciones con una realización ágil y sin incidentes salvo por el espontáneo que saltó al escenario durante la actuación de Reino Unido. El momento mágico de la noche lo dejó la actuación conjunta de Salvador Sobral y Caetano Veloso con Júlio Resende al piano. Llegadas las puntuaciones, se libró una auténtica carrera entre Austria, Chipre e Israel, estas últimas las claras favoritas. Fue Netta, la representante israelí, quien logró llevarse el trofeo a casa con su peculiar interpretación de “Toy”.
España, por su parte, a pesar de la esforzada actuación de Amaia y Alfred, quedó en un triste puesto 23º, mientras que el país anfitrión, tras saborear las mieles de la victoria, quedó en esta ocasión en último lugar. Como nota positiva, Portugal dio los 12 puntos del voto popular a España, nada extraño cuando media España se encontraba en Lisboa aquella noche. Las banderas españolas inundaron la capital lusa dentro y fuera del estadio, y la actuación de los representantes españoles se vivió con intensidad en la noche lisboeta.
Un año más, España vuelve del festival con una mala posición, aunque la joven pareja ha resucitado el interés en el festival. Un 47% de la audiencia española siguió la final de Eurovisión en TVE. Como consuelo, Salvador Sobral apostaba por nuestra representación de entre los 43 países participantes.
Portugal, por su parte, hace balance positivo de la experiencia eurovisiva. El alcalde de Lisboa, el socialista Fernando Medina, ya ha anunciado que el Festival ha dejado 25 millones de euros de beneficios frente a los 5 que debió invertir el consistorio. Lisboa está de moda, y Eurovisión no ha hecho más que confirmarlo.