Un momento...
27/03/2019
Si no has estado en África subsahariana, Kenia es uno de esos países en los que las diferencias culturales pueden ser difíciles de digerir. Para prepararte un poco, aquí van algunas pinceladas de lo que puedes encontrar al llegar a Kenia.
Las desigualdades
Con especial hincapié en las desigualdades económicas, es lo primero que llama la atención al aterrizar. Mientras la clase alta keniata va a los centros comerciales a hacer la compra semanal en lujosos coches, una gran parte de la población recorre kilómetros andando desde su casa de adobe y tejado de metal hasta el mercado para vender los productos que cultiva en sus campos. Mientras los hijos de unos acceden a un sistema educativo de calidad, los de otros, con sus uniformes raídos y descalzos, se apiñan en aulas cochambrosas de 60 estudiantes. No hay receta para superar esto, cada persona debe encontrar la suya.
«Mzungu»
Cuando te mueves por las zonas rurales te conviertes en «mzungu» (persona blanca). ¿Qué significa esto? Que te saludan a cada paso que das, te preguntan cómo estás no una, sino cincuenta veces, que los niños te persiguen para tocarte, que te gritan a la cara «mzungu» como si de un mantra se tratara. No es una falta de educación; al contrario, es su manera de darte la bienvenida. Al principio es curioso, pero después agobia y al final acabas por acostumbrarte. Lo importante siempre es responder amablemente.
«Hakuna matata» y «polepole»
«Hakuna matata» no es sólo una canción de la película de ‘El Rey León’, es una expresión en suajili que significa algo así como «no hay problemas», un «no te preocupes, todo está bien». Pero más allá del significado, es una actitud de vida con la que afrontan todas las circunstancias, una actitud que ojalá fuese contagiosa.
«Hakuna matata» está vinculado con hacer las cosas «polepole», despacio, sin prisa. El tiempo se mide de otra manera, no por horas, sino por actividades que hay que hacer. Si llevan más tiempo de lo esperado, lo siguiente se pospone. Si surge algo urgente, se cancela lo demás. No hay problema, todo se hará. Con la calma. Cuando esto implica que si has quedado con alguien, esa persona aparece una hora más tarde o ni siquiera se presenta, es desesperante, pero te acostumbras. Vivir «polepole» es saludable y, sí o sí, te hace reflexionar sobre nuestra concepción occidental del tiempo.
Un artículo de Marta Calvo para CEXT