Siete países: España, Francia, Chipre, Italia, Grecia, Portugal y Malta componen este club que en abril se reunirá en España por tercera vez, tras la reunión en Lisboa del pasado fin de semana y la de Atenas de hace un año.

El objetivo de este grupo, similar al que ya tenían desde hace tiempo otros conjuntos de países tanto de Europa como del resto del mundo, es buscar y alcanzar formas de acción conjunta que les permita hacer frente común en busca de sus intereses, que son en muchos casos coincidentes.

Entre esos intereses, no obstante, se encuenta el propio fortalecimiento de todo el continente, ya que, según declaró el primer ministro portugués, anfitirón del último encuento, sólo «con una Europa más fuerte y más unida podemos dar una respuesta más eficaz a los ciudadanos». Pero no sólo en buenas intenciones coinciden estos siete estados, sino también en otros que, como puso de manifiesto el Brexit o el auge de los partidos xenófobos en todo el continente, no están tan garantizados: la seguridad interna y externa de la UE y la libertad de movimientos, no sólo de capital, sino también de mercancías y ciudadanos.

A estas se suma el crecimiento económico, como puso de manifiesto el presidente francés, François Hollande, al declarar que «hay que abrir una nueva etapa», la de la convergencia de las políticas económicas en torno al crecimiento y el empleo, en contraposición a las de austeridad que vienen inplementándose desde el inicio de la crisis.