Opinión

Toledo (España)

Operación retorno a casa

03/11/2020

El mes de marzo fue, quizás, el más frenético de 2020. El día 11 la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaraba la Covid-19 pandemia mundial, mientras que solo tres días después, el presidente de Gobierno español anunciaba el estado de alarma. En la práctica, confinamiento. Este anuncio se realizó ante la mirada atónita de todos los españoles, que, como si de un parte de guerra se tratara, observaban atentos el televisor. Tampoco los españoles en el exterior daban crédito a las noticias que escuchaban.

Pero ahí no acababa la cosa. El mundo entero se blindaba y procedía al cierre de fronteras. Entonces, ¿qué hacer? ¿Permanecer en el país de acogida o regresar a casa? Sin duda, un dilema bastante difícil de resolver. El 17 de marzo, el Ministerio de Exteriores recomendaba a los españoles en el extranjero “volver cuanto antes” si pensaban regresar, dado que las conexiones podrían complicarse. Una noticia que no hacía sino añadir presión a la situación.

Entonces, ya sí, la decisión había que tomarla ya. Era el momento de ponerse en contacto con la Embajada para programar la vuelta a casa. En estos días de marzo nada estaba asegurado, ni siquiera el personal sabía muy bien cuándo empezarían los vuelos de repatriación. Tocaba rellenar formularios y esperar las novedades. Y es que no había otra alternativa. Los vuelos ya empezaban a escasear y los que quedaban hacían 2 o 3 escalas antes de llegar al destino. Pero podía haber retrasos y cancelaciones y nadie podía garantizarte la llegada a casa. Por no hablar de los precios desorbitados: algunos vuelos costaban casi el triple de lo normal.

De repente, un mensaje de última hora en las redes sociales, quizás un email o una llamada te avisaba de que sí, que ya había un vuelo de repatriación previsto. No quedaba otra que ser paciente porque la información al principio era confusa y ni siquiera se tenía certeza del día y la hora del vuelo. La información era aproximada, así que lo mejor era ir preparando el equipaje.

Tras mucha incertidumbre, llegaba esa llamada. La confirmación. Y así entre fuertes medidas de seguridad, en un aeropuerto casi fantasmagórico, lleno de rostros ocultos bajo una mascarilla (en el mes de marzo, esa imagen aún sorprendía) y tratando de guardar la distancia de seguridad, cientos de personas esperaban ese vuelo de regreso a casa. Los más afortunados pudieron volver durante las primeras semanas. Otros tuvieron que esperar un poco más. Yo fui una de esas jóvenes afortunadas que salió en el primer vuelo de repatriación Bogotá-Madrid. Una de los más de 25.000 españoles repatriados durante toda la crisis del coronavirus.

!Aviso de cookies

Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios y mostrar a los usuarios publicidad relacionada con sus preferencias mediante el análisis de sus hábitos de navegación. Si se continúa navegando, consideramos que se acepta su uso. Es posible cambiar la configuración u obtener más información aquí