Un momento...
23/11/2020
Ese es el horizonte que la mayoría de las personas que nos hemos trasladado al
exterior nos marcamos como meta, en caso de volver a casa. Muchas veces
deducimos que el ambiente y la necesidad nos darán ese empujón para llegar a ser
bilingües. Obviamente no es cierto, ayuda y mucho, pero hay que leer, estudiar,
aprender, corregir, interaccionar mucho y hacer oído, porque al final la gente de “a
diario” es la calle y nada que ver con las películas de Hollywood.
El amor no entiende de fronteras ni de colores ni de idiomas. Entonces aparecen los
hijos y entonces el bilingüismo se torna, más que nada, en una necesidad. Nadie
quiere que sus hijos sean extranjeros en casa de sus abuelos, pero tampoco que no
se ubiquen en donde viven.
Ciertos problemas que acontecen a estados como Francia son el techo de cristal de
las segundas generaciones de emigrantes a los que oficiosamente no se les ofrece
las mismas oportunidades. De ahí el nacimiento de la Asociación D’un Langue A
l’autre para revalorizar las lenguas familiares que no se estiman
tan necesarias como pueden ser el inglés o el español en Francia. En el Reino
Unido ha aumentado el número de alumnos que eligen el español para los
exámenes GSCE junto al portugués y el galés, en detrimento del francés y el
alemán, idiomas con una fuerte connotación política.
Por fortuna el Ministerio de Educación de España ofrece una red de colegios
públicos por el mundo donde los ciudadanos españoles pueden acceder a una
enseñanza de tipo bilingüe, más el proyecto ALCE en Reino Unido y en la
República de Irlanda y los convenios mixtos con otros estados.
Uno de los errores más frecuente es la omisión de nuestra cultura, pero la mejor
adaptación se obtiene el mayor conocimiento. No hay que dejar nuestro idioma de
lado, sino aprender y cohabitar con el nuevo que estamos aprendiendo y transmitir
ese aprendizaje en forma de virtud a las nuevas generaciones.
Solo con conocimiento amplio del propio adquieres una mayor comprensión del otro,
o nos convertiremos en “semilingües”, reduciendo la capacidad de expresarnos en
ambas lenguas, sustituyendo palabras en ambos idiomas por la falta de uso y/o
conocimientos de las adecuadas.
En un ambiente bilingüe se necesita de una vida de las mismas características; cine
en versiones originales, libros en ambos idiomas, capacidad de expresarse por
escrito, y sobre todo un par de diccionarios de sinónimos y antónimos; vocabulario
en definitiva.
Vivir en la distancia es muy diferente a lo que uno está acostumbrado, pero crear
puentes es un hito maravilloso, es el mínimo impacto como individuos que podemos
alcanzar en una sociedad impersonal.